Los socialistas sabemos muy bien que estamos en una situación difícil, conscientes de que las elecciones no las hemos perdido solo por culpa de la crisis, sino también por otras razones. También sabemos que debemos renovar nuestro proyecto con nuevas ideas iniciando un debate que incorpore a la sociedad, a los muchos que nos han votado en las últimas elecciones y también a los que en su día nos dieron su confianza y que últimamente nos han abandonado.
Esta afirmación me parece oportuna a tenor de lo publicado desde el 20-N sobre la situación del PSOE y sobre lo que viene. Las críticas siempre son bien recibidas cuando son certeras, y también la autocrítica, que existe y es mucha, aunque siempre habrá quienes pretendan que los socialistas nos fustiguemos en público sin piedad. Hay y habrá autocrítica, y nos levantaremos y saldremos adelante. Y lo haremos de la única manera posible, con un nuevo proyecto que debe, básicamente y a partir de nuestros principios y base social, recuperar la credibilidad perdida como gestores de la economía, recomponer nuestra identidad socialdemócrata y remozar la estructura y funcionamiento del partido.
Sin trasvase de votos significativo a la derecha, las causas de las derrotas de 2011 están en nosotros mismos. Y dentro de nosotros ha sido la economía prácticamente en solitario la que nos ha llevado donde estamos. Aunque creo que era inevitable perder en 2011 por culpa de la crisis, como ha ocurrido en todas partes, nuestra gestión económica general ha sido la que ha determinado la amplitud de la derrota.
En materia económica debemos superar un doble reto, redibujar un modelo propio claro e identificable por la sociedad y recuperar nuestra credibilidad como gestores.
La indefinición de nuestro modelo económico se puso de manifiesto durante la legislatura 2004-2008. En la última campaña hemos dicho muchas veces que no supimos aprovechar la bonanza económica para adoptar las reformas que la economía necesitaba para cambiar el modelo de crecimiento, aunque estas venían claramente previstas en el programa electoral con el que ganamos en 2004. Una oportunidad perdida por diferentes razones que ahora no vienen al caso en combinación con el grave error, probablemente colectivo y como país, que supuso caer en la trampa de la burbuja inmobiliaria y dedicarse a cabalgar sobre la ola y cometer claras equivocaciones con la falsa creencia de que la situación económica perduraría siempre. De ahí, también, la pérdida de credibilidad como gestores de la economía, que no se debe solamente al elevado desempleo. Hay más elementos, rectificaciones sonadas, decisiones dolorosas, pero solo mencionaré uno, la sensación de fin de ciclo por insostenibilidad del modelo de gasto del conjunto de las Administraciones públicas que ha calado hondo en el subconscientecolectivo por mucho que expliquemos que la burbuja la crearon los Gobiernos del PP. La comparación de la alegría de lo que sucedió hasta 2008 con la realidad actual es durísima.
Es preciso también recuperar nuestras señas de identidad socialdemócratas, algo difícil y que exige poner en marcha un proyecto creíble de escala europea. Un proyecto progresista que relacione directamente y con claridad nuestros principios con nuestras propuestas y actuaciones. Creo que por aquí es por donde debemos empezar. Aunque es evidente que en materia social y civil ha habido grandes logros en este periodo, ese relato triunfal ha llegado también a cansar a la sociedad. El drama de nuestros éxitos es que la derecha los asume pronto como propios y la sociedad se olvida cada vez con más rapidez de quién los propuso o consolidó.
Europa ha sido otra de nuestras carencias, lo estamos viendo estos días con el desembarco conservador dirigido por Merkel y también Sarkozy. No hemos prestado la debida atención al hecho de que el auténtico debate político y económico sobre nuestro futuro se estaba librando en Europa. Hemos sido corresponsables, en gran medida por omisión, de la desaparición del contrapeso progresista ante la mayoría conservadora europea, sin duda más cómoda dejándose llevar hacia donde querían los mercados. Nuestra descoordinación y debilidad han permitido ese arrastre de la política por los mercados. Cierto es que país a país y sobre todo en los principales -Alemania, Francia, Italia y Reino Unido- la socialdemocracia atraviesa momentos muy complicados, pero no es menos cierto que hemos realizado muy pocas propuestas conjuntas a pesar de los esfuerzos del Partido Socialista Europeo (PSE).
Por fin parece que en 2015 concurriremos a las próximas elecciones europeas con un candidato único socialista para presidente de la Comisión para evitar repetir el episodio Barroso, y también puede ser que el SPD y el PSF gobiernen pronto, veremos. Si los socialdemócratas europeos no somos capaces de llevar propuestas conjuntas también al Consejo y a los Parlamentos nacionales no tendremos nada que hacer. Propuestas realistas que garanticen reforzar Europa, la estabilidad de la zona euro, el crecimiento y la financiación de nuestro modelo de bienestar social.
En tercer lugar el partido debe seguir cambiando. No debemos darnos por satisfechos con el funcionamiento del partido, hay que analizar por qué los ciudadanos no se sienten atraídos por él, no se acercan ni se afilian. Hay que fortalecer el partido porque con todos sus defectos debe ser el principal instrumento de lucha contra el dominio cada vez más apabullante de los valores conservadores en nuestra sociedad. La sociedad de principios y valores que defendemos los progresistas ha ido cediendo terreno a la sociedad de intereses que propugnan los conservadores. En nuestro país el éxito social o profesional, el ascenso social, invita a muchos a sumarse a valores conservadores. Pocas cosas me indignan más que los ciudadanos que abandonan flagrantemente la defensa de las políticas de igualdad de oportunidades que les han permitido llegar a ser lo que son, convertidos en menos de una generación en insolidarios defensores de la política de los intereses. Son generalmente los mismos que critican a otros ciudadanos en lo alto de la escala social por defender o apoyar políticas de izquierda. Pero es que desde nuestro partido se defiende con frecuencia una épica de clase decimonónica, que olvida nuestros principios y acompaña inconscientemente ese lento pero constante giro ciudadano hacia la política de intereses, hacia el conservadurismo.
Con demasiada frecuencia parece que queda poco espacio en el PSOE para los profesionales, empresarios y autónomos y clases medias progresistas, dispuestos por ejemplo a votar en contra de sus intereses en materias como fiscalidad y pagar más impuestos, simplemente porque creen en una sociedad más justa.
Desde el partido hay que trabajar para conseguir que los diferentes movimientos sociales y los ciudadanos de izquierdas colaboren con nosotros y vuelvan a considerar de nuevo al PSOE como la mejor plataforma para que sus sueños se hagan realidad. Lo mismo debe sentir la España del talento y la creatividad, la que moderniza día a día nuestro tejido social. Ello exige reducir la distancia entre cargos y militantes y sobre todo simpatizantes y ciudadanos multiplicando los procedimientos de democracia interna y participación.
En este sentido, creo que el ejemplo de nuestros compañeros franceses del PSF, que hasta hace poco estaban en una situación tan difícil como la nuestra, ahora es muy significativo, en tanto que ha creado ilusión de nuevo en millones de ciudadanos. Por ello, en el momento oportuno, creo que deberíamos convocar unas primarias abiertas a militantes y simpatizantes.
Tenemos mucha tarea por delante, ha habido aciertos, y también vaivenes en medio ambiente, memoria histórica, política de medios de comunicación, laicismo... que han desilusionado a muchos. También creo que los equipos que hemos configurado para el debate político no siempre han sido comprendidos o valorados por los ciudadanos. Sobre todo esto debemos reflexionar porque todos, yo el primero, somos responsables de las derrotas de 2011 que bien podían haber sucedido en el mismo día. La sociedad española espera mucho de nosotros, sabe que somos el único contrapeso a la política de intereses que defiende la derecha, quiere participar y cambiar las cosas, hagámoslo de nuevo con esfuerzo e ilusión.
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