miércoles, 20 de mayo de 2009

DEFENDER COMO PROPIO EL BIEN AJENO



José María Arrojo Hernández

He visto en el diario “Alto Aragón”, un resumen de la conferencia impartida por mí a personas de la “Universidad de la experiencia”, a quienes agradezco su atención y asistencia. El título de la citada exposición era: “Ética y virtudes cívicas”, partiendo de la base de que, una virtud no es exactamente una costumbre, sino que es “un hábito concientemente adquirido de obrar bien o correctamente”. Pero, por ser cívicas, es el “hábito de obrar correctamente en calidad de ciudadanos o ciudadanas”.
La costumbre puede adquirirse por mera repetición de actos y se puede llevar a cabo sin necesidad de pensar; en cuyo caso, es una mera rutina. Se obra, mecánicamente bien, de hecho, pero no se piensa en ello. Las actividades artesanas, muchas veces son rutinarias y no conscientes. Pero, las virtudes cívicas, llevan consigo la conciencia de ciudadanía, es decir, uno se percata de que está actuando como corresponde actuar a una ciudadana o a un ciudadano y en calidad de tal.
Voy a poner de ejemplo la profesionalidad como virtud cívica. No es necesario decir que se puede ser un buen profesional desde el punto de vista técnico, porque se domina la propia profesión, pero la práctica de la profesión como virtud cívica, además, lleva consigo la consciencia viva de que se está sirviendo a la sociedad y, para la sociedad se está trabajando. Loa que lleva consigo, si cabe, un mayor nivel de exigencia y una amplitud de miras. Tener presente que se sirve a la sociedad en que se vive, enriquece la actividad y el estímulo de trabajar social y profesionalmente. Pero no sólo eso, es también, experimentar como propio el bien ajeno. Y esto, tiene como consecuencia, la superación de la tentación social del egocentrismo y de la envidia. Es como encontrar una ruta abierta hacia nuestro deber de ciudadanía.
Es tomar conciencia de nuestra participación en la comunidad civil a la que pertenecemos. A eso se le llama “civilidad” o compromiso con la ciudadanía, a partir de la experiencia consciente de la necesidad de colaborar realmente a la existencia del bien posible que, desde nuestra individualidad, intentamos y deseamos para el resto de nuestros conciudadanos y ciudadanas en calidad de tales.
Así, buscando como propio el bien ajeno, cooperamos en la construcción de una sociedad justa y solidaria y puede que sirva a su vez, de ejemplo, para empezar la sana y solidaria destrucción del “egoísmo social” que es la gran lacra de nuestra civilización. Así lo pienso y así lo defiendo.

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